viernes, 13 de septiembre de 2013

Días blancos.

Despierto en el día blanco, del que ya escuché hablar, aunque sin recibir demasiados datos. Puedo contar sobre como lo llevo yo, pero no llegaría a describir tal con exactitud. 

Mis días blancos no tienen horario de inicio y se dan porque se tienen que dar. Jamás creí en el destino; solo es la explicación menos idiota que encontramos para justificar nuestras derrotas. Si creo en la naturaleza y en las virtudes. Cada persona tiene una que otra no tiene, irrepetible. Son parecidos, pero no iguales.
No estamos destinados a nada, ni a ser o hacer algo, tampoco a conocer a alguien. Somos nuestra naturaleza, quizás está en nosotros querer conocer a otra persona ¿pero quien dijo que nuestra naturaleza sea permanecer al lado de alguien? Si busco inventar mi propia naturaleza, jamás voy a entender por que paso lo que paso. Si intento modificar mis virtudes, solo para encajar un lugar que no correspondo, será difícil que me de cuenta y sienta a gusto en mi verdadero sitio. 
Vuelan los días blancos, y yo sigo mirando arriba (los que no distingo y son claros, para abajo). Se pegan mis pupilas al cielo, del que ya me contaron los solitarios, del que ninguno me habló sobre su naturaleza y verdadero vuelo.