domingo, 13 de abril de 2014

Casi desconectado, y algo así, medio voleado. Asi, mirándome a los ojos, pero con su mirada de siempre; esa que está perdida en medio del océano, esa que a mi me genera dudas, pero a el no le arranca ni una emoción. Quizás sea por eso que no me tiene en cuenta, o tal vez solo sea porque en su momento no lo piensa (en eso lo entiendo).

No quise escucharlo, así que seguí en la mía. Pero ahí vino otra vez, y me miraba; tan fijo y fuerte, que cada parpadeo me aliviaba.
Nunca quise preguntarle de donde traía esa mirada, ni por que aún la conservaba. Soy de creer que cada uno sabe que tiene que mostrar y que esconder.
Pasaron las tres de la mañana, y ahí estaba. Otra vez me miraba, sin decir nada, pero con esa fuerza de siempre, que me acobardaba las palabras.

Hoy decidí mirarlo yo, y sin sorpresas, calmo y casi diría que satisfecho no se de que, me habló. Me contó de como le gustaba la luz del sol, pero que le tocó la sombra, y de chico le enseñaron a quedarse con lo que tiene, porque es lo que siempre va a tener. Que una vez le contaron que asomó la mano, pero un rayo lo quemó; que le encantaría haberme escuchado antes, porque de alguna forma, nos sirve a los dos.