Le pedí veinticinco segundos de su corazón y veinticinco de razón.
Menos de un minuto, y en eso, encontraba las cincuenta monedas con una cara negra y la otra color cobre.
Mientras, terminé de entrar por una ventanilla; sin saber adonde iba, pero si de donde venía.
Quisiera explicar lo que es un color y pintar cada palabra que dejé soltar. Pero es difícil cuando no siento con mi mano su tacto.
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