miércoles, 15 de mayo de 2013

Sería imposible no recriminarme nada, cuando ya no veo lo profundo de sus ojos. 

Mis gestos fríos, serios, en posición de guerra, se rindieron al rozar su sonrisa.
Me lo recriminan mis manos, que no sienten más que aire. 
Me lo recriminan mis latidos, que se sienten inútiles, sabiendo que no son escuchados.