martes, 3 de noviembre de 2009

Él y Lluvia

Y mientras él caminaba de madrugada hacia la terminal, bajo la lluvia, por las calles anchas de adoquines, veredas arboladas y casas de hace casi más de un siglo. Pisaba los charcos sin importar cual sea la profunidad (Faltaban caminar varias cuadras más, y ya estaba mojado), chapoteaba con los pies (a propósito) para salpicar, y seguía tarareando alguna canción que acababa de escuchar.
No había autos, no había gente (y mucho menos plata); pero en ese momento de soledad, no sintió obligaciones, ni malestar, simplemente no sintió, dice. O bien, sabía que cualquiera podía verlo, pero nadie quería, y eso fue lo que le dieron ganas de que esas cuadras no terminen más.